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martes, 18 de octubre de 2011

Entrevista al ex concejal Enrique Novo











Destiempos Modernos continúa con la búsqueda de testimonios de aquellos estudiosos de la ciudad capaces de defender una posición respecto al nombre que lleva nuestra Plaza central. En el marco de la iniciativa por modificar ese nombre; el de Julio Argentino Roca, nos dimos al encuentro con el ex Concejal Enrique Novo.

¿Cómo empieza concretamente el Proyecto?
Como asumí la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos del Concejo Deliberante, se me ocurrió hacer una reunión ampliada e invitar a varios concejales, a los Organismos y a las ONGs interesadas en el tema. Fueron muchas personas y se hicieron varias reuniones. De allí un grupito de vecinos comenzó a gestar la idea de presentar un proyecto de iniciativa popular para que el Concejo Deliberante tratara el proyecto de cambiarle el nombre a la Plaza Roca. Si bien había muchos matices y argumentos un poco más contundentes y un poco más dóciles con este militar, en lo que coincidían todos es en que era una persona que había tenido relación directa con la matanza de muchos aborígenes, los verdaderos dueños de estas tierras. Me llamaron muchos medios en ese momento, y se inicio una polémica. Y yo lo que aclaraba era que yo no había presentado ningún proyecto. Sino lo que se había hecho, era reunir personas para, desinteresadamente, tratar el tema y poder presentarlo como una iniciativa popular. A ese lenguaje algunos no lo entendieron. Creían que la gesta estaba a cargo mío, estoy hablando de finales de 2008, principios de 2009. Y yo lo único que había hecho era interesarme en el tema e impulsarlo para que las personas y los Organismos interesados confluyan en alguna idea.

¿Qué repercusión tuvo en la política local todo esto?
Lamentablemente hace años que tenemos dirigentes un poquito mezquinos. Eso hizo que se tratara este tema como planteado por el Frente de la Gente, que es el partido mío. Y no como un tema de interés general. Y obviamente como este y otros temas, de un partido pequeño, ajeno al oficialismo, se trata de evitar darle tratamiento para que desaparezca el tema en la coyuntura pública.

¿Cuáles eran los puntos principales del proyecto?
Restituir el nombre original de la Plaza. Restituir. Los nombres que se proponían eran: Plazas de las Libertades, Plaza de la Concepción, Plaza Constitución y Plaza Ranquel. Plaza de la Concepción fue el primer nombre que recibió la plaza. En la campaña electoral había prometido estar dos años. Entonces renuncié a mi mandato y como me había interesado el tema no quería dejar de presentar el proyecto. Lo hice con una idea de buscar una palabra que no sea “cambiar” -que hay mucha gente que le molesta- por “restituir”.. De esa manera quienes objetaban que no era necesario un cambio, yo les decía que no hablábamos de cambio sino de devolverle a la Plaza el nombre que tuvo en su origen y que le fue quitado con una coyuntura de obsecuencia con el General Roca en el marco de una de sus visitas alrededor de 1862. Me parecía importante decirle al pueblo: “Esta bueno devolverle a la Plaza el nombre que tenía antes de que un grupo de, -para mí-, obsecuentes en ese momento a los fines de rendirle homenaje al General Roca, le pusieron su nombre a la Plaza”.
Sería bueno tener una Plaza que tenga un nombre que no afecte negativamente a un grupo grande de personas. Y hoy un grupo grande de personas se siente afectado por ese nombre. Yo quería que no se transforme el proyecto en una lucha mediática entre quienes querían el nombre Roca y quiénes no. Por eso teníamos que tratar de evitar ser los jueces de Roca porque no tenía sentido. Lo que más interesa es que la Plaza deje de llamarse así. El nombre de la Plaza tiene que ser un nombre que nos contenga, porque es un lugar de expresión de los momentos lindos como también de los momentos de reclamo y protesta social. Y no podemos aceptar que un grupo muy grande de riocuartenses se sienta incómodo con el nombre de la Plaza principal. No lo podemos aceptar. En ese momento yo pensaba que la Plaza de la Concepción que fue el primer nombre, así como el de Roca se asociaba a la muerte, el de Plaza de Concepción se asocia a la vida. Y no tiene una connotación religiosa porque, si bien para algunos tenía que ver con la Virgen de la Concepción, tendríamos la posibilidad de darle el significado que cada uno quiera.

¿Qué cambios hubo en la sociedad para empezar a cuestionar el nombre de Roca?
Principalmente el cambio cultural que dió inicio después de los 90 con la Reforma Constitucional y la introducción en nuestro Bloque de Constitucionalidad de los Derechos Humanos. Hoy tenemos un Bloque Normativo compuesto por 130 artículos de la Constitución. Pero además, por un sinfín de disposiciones que integran los Tratados Internacionales de Derechos Humanos. Si uno se pone a mirar para atrás, esa normativa y ese conjunto de derechos reconocidos, resulta un poco incompatible con el nombre de este General que ordenó matar a muchísimos de nuestros semejantes, por el solo hecho de que ellos querían proteger y defender sus tierras. Hoy con el paso de los años, muchos tenemos una mirada antigenocida. Entonces todo lo que se asemeje a una matanza generalizada en forma arbitraria, nos mueve. Por más que muchas personas consideren que este General haya sido un gran patriota. El hecho de no poder compartir con estas personas sus pensamientos, no me lleva a mí a querer generar una guerra contra estas personas que son seguidores de Roca en la historia. Yo quiero que la Plaza se deje de llamar así, pensando en que hay mucha gente no se siente contenido en ese nombre. Un espacio público debería llevar un nombre vinculado con la vida, con la libertad.

En esta ciudad, ¿Hay valores que se corresponden con el General Roca?
Sí. Tenemos una sociedad un tanto conservadora en el sentido de que cualquier cambio es mirado mal. Eso fue lo que yo intenté sortear con la palabra restituir y la palabra cambiar. A mí me interesaba el objetivo: que se cambie el nombre de la Plaza. Más allá de que utilice esa palabra, restituir por cambiar. Porque a los conservadores que están en todas las sociedades de distintas ciudades de nuestro país, consideraba que les iba a afectar menos. Yo no quería guerra con ellos, yo quería que se cambie el nombre. Tal vez no fue el momento indicado, tal vez sea con el próximo gobierno que se retome ese proyecto u otro. Tenemos una sociedad que advierte y se asusta con la posibilidad de cambios, y asemeja cualquier cambio con izquierda, con un partido de izquierda, y la izquierda como si fuera semejante a un terrorista, o a un montonero que pone bombas. Todavía en gran parte de la población, aquella persona que quiere cambiar, o quiere hablar de derechos humanos es vista con el molde de zurdo, de izquierda. Y ese molde que dejó el proceso militar impide que muchas veces se hable de un tema por la connotación que le dan aquellos que no quieren cambios. Todo cambio es de izquierda, es de zurdo, es de revolucionario y empiezan a asemejar y traer progresivamente relaciones que no existen… con un terrorismo, subversivo y zurdaje que ya no es para esta época. Lamentablemente todavía esta enquistada esta supuesta dicotomía. Hasta que no la superemos vamos a tener un poco esta sociedad en guerra, por una guerra que no existe.
Hablar de derechos humanos hoy es imprescindible. No podemos no hablar de derechos humanos después de lo que paso en nuestro país en todos los procesos. Entonces todo lo vinculado con los derechos humanos, incluso de aquellas personas que fueron los propietarios de estas tierras cuando llegó el español, es hablar
es un revisionismo estúpido, que no tiene sentido, para mí tiene sentido. Hablar permanentemente de los derechos de los más débiles y generar esa conciencia de que no tiene que volver a repetirse ningún tratamiento desigualitario, discriminador ni maltrato a los grupos débiles que en ese momento fueron los aborígenes. Hoy son… los sin trabajo, los sin casa, las personas con discapacidad, las que no tienen dinero. Son hoy los aborígenes de ese momento. Entonces creo que ese mensaje de No a Roca, es No a cualquier nombre que se asemeje con la violación de los derechos humanos. Hay que superar esta dicotomía falsa de que hablar de derechos humanos implica tomar un posicionamiento en el partido de la izquierda. Con ese molde te sacan el tema: “Vos sos de izquierda, vos sos zurdo, vos sos tirabombas, y por lo tanto no hablemos porque esto asusta. Hijos cuídense de esta gente porque son peligrosos”. Ridículo, ridículo. Pero hay que aceptar que eso existe en esta sociedad. Si no aceptamos que esto existe, por más que nosotros consideramos que es absurdo y que tenemos que trabajar desde cada lugar que nos toca para cambiar esa incultura, y que los hijos de esta persona deje de pensar como ellos, esta dicotomía y este sector va a seguir existiendo.
Porque si estos chicos hijos de estas personas escuchan todo el día en su casa eso, es muy difícil sacarle esa idea de la cabeza. Entonces tenemos que no dejar de hablar de esos temas.

¿Considera que es posible superar las dicotomías?
Una de las maneras es informando, estudiando, analizando, qué es lo que pasó en nuestra ciudad, preguntarse por qué se designó ese nombre. Ese nombre de la Plaza Roca fue puesto alrededor de 1982 en una visita, cuando estaba por venir el Gral. Roca. Esa coyuntura no está más. Y las personas que lo propusieron no fueron de la ciudad de Río Cuarto, sino que fue un grupo, en ese momento, obsecuentes con el Gral. Roca. Eran personas que querían retribuir a Roca lo que ellos creían que Roca había hecho por estos lugares. Fue una coyuntura. Hoy la mayor parte de la ciudad de Río Cuarto es ajena a esa coyuntura. Y hay gran parte de la población a la que le molesta ese nombre. Bueno, busquemos un nombre que no le moleste a nadie. Lo ideal es eso, si yo quiero un nombre que le moleste a un gran número de personas, es desconocer la democracia.

¿Qué valor simbólico le atribuye a la Plaza el nombre Roca?
Para mí durísimo. A mí me da vergüenza. Me encantaría que se llame de cualquier otra manera. Tiene que surgir de la gente un nombre más democrático.

¿Qué hay de la discusión que plantean los historiadores de no desarraigar identidad del pueblo?
Eso se rompe con la restitución del primer nombre. Cuando yo pensé el proyecto pensé en la manera de romper con esos obstáculos: yo no lo cambio, lo restituyo. Que además tiene el valor histórico: el primer nombre de la Plaza. Busqué un nombre que supere a Roca: fue el nombre que tenía antes la Plaza. Yo quiero el primer nombre que tuvo la Plaza. Ya no es coyuntural, aunque mi motivación es real, coyuntural por sobre los derechos humanos actuales, pero de esa forma decís, el nombre nuevo es el nombre viejo, va
a pasar a la historia como el nombre histórico. Con Plaza de la Concepción se elimina ese obstáculo. Muchas veces uno tiene que ceder. A mí el que más me gustaba era Plaza Constitución, porque soy constitucionalista, me gusta la Constitución como norma que frena los abusos del Estado. Pero digo, yo no tengo que poner ahí lo que más me gusta a mí. Tengo que ver cómo lograr el objetivo que es que se deje de llamar Roca. Creo que devolverle el nombre histórico es una manera. Así que bueno. Necesitamos que el Intendente de turno esté de acuerdo, necesitamos que se anime. Pasa que si hay un intendente que es un poquito débil, cualquier opinión en contra, ya lo debilita.

Entrevista realizada por Cecilia Mena
Estudiante Ciencias de la Comunicación

¿Por qué queremos lo que queremos?


Poco a poco va ganando notoriedad pública la intención de Destiempos Modernos de po­ner en cuestión el nombre de la plaza central de la ciudad de Río Cuarto, actualmente llamada Julio Roca. Cabe señalar que además de llevar ese nombre, en la misma hay objetos que reivindican a una figura tal como la del presidente de facto (es decir, dictador) Pedro Eugenio Aramburu. Como para terminar esta introducción, diremos una vez más a qué dirección apunta nuestra propuesta: la re-simbolización.


1) ¿Re-simbolización? ¿De qué se trata?
Consideramos que los símbolos (nombres, estatuas, monolitos, calles, etc.) no se ago­tan en su simple enunciación, que pronunciar una palabra no sólo hace al vocabulario cotidiano sino que, por el contrario, generan sentidos y afectan a nuestros modos de vida de maneras concretas, aunque en ocasiones sean imperceptibles. Un símbolo se convierte en núcleo por el que pasan diferentes hilos de nuestras vidas, en lugar de encuentro de trayectorias dispares, suerte de “rotonda” que articula el tránsito entre distintos puntos del tiempo y el espacio que cada uno de nosotros vive a diario. Dice Carl Gustav Jüng que un símbolo “es un término, un nombre o aun una pintura que puede ser conocido en la vida diaria aunque posea connotaciones específicas además de su significado corriente y obvio”. En ese espacio que se abre además, en ese plus que tiene cada símbolo es donde pretendemos generar debate. ¿Qué hay más allá de que nuestra plaza se llame Julio Roca y en su arquitectura cuente con los elementos que cuenta?

2) ¿Re-simbolización? ¿Por qué?
Por diversos motivos, entre los que señalaremos dos principales, que tienen que ver tanto con el símbolo que elegimos discutir como con nuestra metodología para actuar sobre el mismo. En cuanto al por qué de batallar contra Roca en el campo simbólico, tenemos como hito su rol clave en la denominada Campaña al Desierto, que no estaba desierto sino habitado por miles de seres humanos que vivían, que sentían dolor y placer, y que fueron masacrados en parte, y el resto raptados para esclavos (niños) y amas de casa (mujeres) en las grandes ciudades y las exten­sas estancias de los acaudalados de la época. Pierre Bourdieu dice: “el capital simbólico es cualquier propiedad (cualquier especie de capital: físico, económico, cultural, social) mientras sea percibido por los agentes sociales cuyas categorías de percepción son tales que están en condiciones de conocerlo (de percibirlo) y de reconocerlo, de darle valor”. Estando donde está, Julio Roca es conocido y reconocido por todos, es decir, le damos un cierto valor. ¿O diremos de manera levemente hipócrita que cambiaríamos su nom­bre por cualquier otro? ¿O acaso no pedimos que nos den muchas y sólidas razones para quitarlo de donde se encuentra? Eso es valorizar un símbolo. Concederle un lugar por encima de otros símbolos posibles, tenerlo como “centro” desde el que con-centrar la periferia. En un momento inicial de la reflexión nos encontramos con que el punto clave de nuestra ciudad está celebrando a un personaje que uti­lizó el aparato estatal para asesinar a colectivos enteros de personas inocentes, o bien culpables tan solo de no compartir el estilo de vida occidental y cristiano que quería imponérseles a posteriori (recordemos que en nuestra Constitución Nacional se les reconoce la preexistencia respecto al Estado, ellos habitaban este territorio antes que las autoridades que determinaron su exterminio). Por lo que respecta a la metodología que consideramos apropiada, hablamos de re-simbolización entendiendo a la misma como un proceso a través del cual realizamos una apropiación democrática y por tanto colectiva, social, de los símbolos actualmente vigentes y, de igual manera pro­ponemos cuestionar esa vigencia y sugerir otros símbolos para su potencial sustitu­ción. Apelamos al conocimiento público de hechos históricos y su relevancia en nuestros días, visible en los efectos que produjeron en el contexto en que acontecie­ron y profundamente en nuestras vidas. Para evitar reemplazar un personaje contrario a la construcción democrática y la participación es que usamos entrevistas, ensayos, intervenciones artísticas, y daremos inicio a un ciclo de cine itinerante que esperamos pueda cubrir la mayor parte posible de la ciudad, elementos que disparen debates y ya no municiones de plomo.

Hasta aquí nuestra explicación a la comunidad acerca de por qué cuestionar un símbolo, por qué particularmente el de Julio Roca, y por qué usamos los métodos que usamos y no otros. Pasaremos ahora a un ejemplo concreto y dramático que ilus­tra claramente las formas en las que símbolos, que parecen inocentes “figuritas” del pasado, repercuten en el presente. Dejaremos al historiador Osvaldo Bayer hablar por sí mismo acerca de la experiencia que está atravesando por haber tenido la dignidad y el coraje de cuestionar tanto a Julio Roca como a José Martínez de Hoz, presidente en 1870 de la Sociedad Rural Argentina, y familiar directo del ministro de economía de la dictadura que asesinó en Argentina entre 1976 y 1983. En el artículo que sigue (click acá para leerlo), y que los invitamos a realizar una atenta lectura, se informa sobre las acciones legales espurias iniciadas contra un historiador que se niega a repetir la historia oficial, como modestamente intentamos hacer nosotros desde este espacio, en miras a un porvenir más inclusivo, justo, con conciencia histórica, y menos manchado de sangre.

La gente de Destiempos Modernos.

LOS PLANES DE ROCA (Segunda parte)

Si en el número seis de Destiempos publicamos la primera parte de esta entrevista (leer haciendo click aquí), en el siete te ofrecemos la segunda.

En este número de Destiempos continuamos la entrevista realizada a Guillermo Ricca, profesor de Filosofía argentina y latinoamericana de nuestra UNRC. Pueden consultar el primer fragmento en el sitio que figura en el pie de página. Como enlace, entre una y otra, usaremos una frase del profesor: “Hay una construcción de la figura del criminal como enemigo de la sociedad. Y ese enemigo es, concretamente, el anarquista ”.

Varela mismo, en la Patagonia, dice que vinieron con la bandera roja y negra en vez de traer la celeste y blanca, un patriot­ismo que es odio al extranjero…
Ahí está también la ambigüedad de la con­strucción y consolidación del Estado-nación. Al mismo tiempo, como dice Homi Bhabha, es siempre “liminar”, siempre está trabajando con la idea de frontera, frontera antagónica con lo extranjero, con lo apátrida. El problema es que nada garantiza que la cuestión de lo que divide sea incorporada… aparece esa idea del enemigo interno, el elemento disgregador. El proceso de consolidación del Estado-nación lo lleva a constituirse como un Estado crimi­nal, que en el momento de su autoafirmación produce un genocidio, dentro de sí mismo toma estas decisiones…

Y teniendo en cuenta que Roca como di­rector del poder ejecutivo es aquel que lle­va a cabo como cabeza visible un proyecto de nación, ¿en la actualidad se podría con­siderar que algunas de sus ideas sigues vi­gentes en algunos dirigentes?
Creo que hay sectores todavía que encarnan esta idea de que, bueno… “tiene que haber” pobres, “tiene que haber” gente que sólo po­sea como medio de subsistencia su fuerza de trabajo, tiene que seguir habiendo una división entre propietarios de medios de producción y los que no lo son. Incluso creo que la mayor parte de los dirigentes políticos piensa así, y eso es de alguna manera la herencia del país del centenario, uno con profundas desigual­dades. ¿Qué representa la idea de nación ahí? Es problemática, ¿no?

Percatándonos del hecho de que durante el mandato de Roca se unificó el territorio nacional y se asentó un modelo agroex­portador y sus consecuencias, ¿se podría nombrar alguna medida tomada por ese gobierno que todavía no haya sido sal­dada?
Creo que la distribución de la tierra producti­va, por ejemplo. La formación de grandes lati­fundios, la expropiación y reparto de tierras entre amigos y camaradas de armas, como una especie de reparto de botín de guerra, eso no ha sido nunca revisado en la Argentina. Es un país que no ha tenido un movimiento camp­esino fuerte en el sentido de instalar una dis­cusión por la reforma agraria, que se ha dado en casi todos los países de América Latina.

Parece que tampoco hubo unidad en el movimiento campesino que hubo acá… el Movimiento Campesino de Santiago del Estero, no es uniforme el reclamo…
Incluso es más contemporáneo ese reclamo. A nuestros movimientos campesinos, algunos asociados incluso a la cuestión indígena, los vemos emerger después de muchos años de tránsito democrático, y ni siquiera las enti­dades que nuclearon en pequeños produc­tores, o supuestamente pequeños y medianos productores como Federación Agraria fueron receptivos a los reclamos de estos movimien­tos. Creo que esa es una de las consecuencias, y quizás la consecuencia más extendida en el tiempo y más inmune. Otra cosita por la que creo que esto sigue vigente: contrariamente a lo que solemos pensar desde el sentido común, las cuestiones históricas-sociales no cambian tanto, ni tan profundamente, más bien tienden a “iterabilizarse”, digamos a repetirse… por supuesto que de una manera ambigua: repetirse y diferir al mismo tiempo. Por eso, por ejemplo, el problema con las es­tructuras sociales muy desiguales es que es muy difícil revertir los procesos que las for­man, porque tienden a reproducirse, a con­solidarse como algo “natural”.

Podríamos decir que los beneficiados en el reparto de las tierras han ampliado aún más sus territorios en las herencias y un­iones entre ellos.
Sí, eso forma parte del inicio, o de la continui­dad legítima de un proceso de acumulación…

¿Qué valor simbólico tendría hacer el cambio efectivo, sacar el nombre de Roca del lugar que ocupa?
Es muy importante. Raymond Williams com­bate la idea de pensar la época moderna en esferas autónomas, una de lo económico, una de lo político, una de lo cultural, a la que nos han acostumbrado, cuando en realidad esas definiciones se dividen en la teoría, para estu­diar en la universidad y las agencias de inves­tigación y para financiarlas, pero en la práctica se dan mezcladas. Lo que dice Williams es que todo proceso económico, político, social, es al mismo tiempo un proceso simbólico, y todo proceso simbólico está implicado en lo que llama el proceso social total. Hoy en día la revolución de la información habla a las claras de que ningún conflicto es tal si no tiene un componente simbólico fuerte. ¿Qué hubiese sido de los cortes de ruta durante el conflicto del campo si no hubiesen tenido la atención de los medios? Al segundo o tercer día se de­sarmaba todo… (risas) Hay un momento en el cual son los mismos medios los que sirven táctica y estratégicamente a la reproducción del conflicto. Tenemos el ejemplo de la CNN cubriendo el asesinato de Bin Laden. Práctica­mente se alentaba a la gente a salir a la calle a festejar porque el mundo es más seguro… (risas) Es importante por eso, porque los pro­cesos simbólicos no son nada más que pro­cesos simbólicos. Son políticos. Legitiman y deslegitiman posiciones, demandas públicas, usos de la memoria pública. El tema del uso de la memoria pública y los espacios de la me­moria pública es todo un tema que no es una cuestión “cultural”, como si esto fuera algo autónomo, está clarísimo. Gestos como sacar los monumentos y el nombre de Roca serían algo más que un gesto simbólico.

Y servirían para otras construcciones, de paso…
Tal cual, porque si a la plaza le llamáramos “plaza de la democracia”…

Se pueden pensar otros tipos de eventos…
Desde luego. O “plaza del 10 de diciembre”. Digamos, una fecha que sea convocante para demandas de ciudadanía, para la ampliación de las demandas de ciudadanía, no es lo mis­mo. Ya que estamos, además del nombre de la plaza, podríamos sacar el monolito a Aram­buru, que es una cosa realmente espantosa.

Es un poco paradójico que una ciudad bombardeada bajo el gobierno de facto de Aramburu tenga un reconocimiento hacia esa persona… (risas) La última que tenía­mos pensada es, ¿por qué dejar el nombre de Roca en el lugar que ocupa? ¡Aunque sea como ejercicio mental!
Tendríamos que entrar en un discurso fuer­temente sedimentado en el sentido común según el cual no tenemos que propiciar los conflictos, encontrar cómo no discutir. En el fondo creo que apunta a eso. Hay un cierto discurso pronunciado desde usinas de opinión que son supuestamente neutrales, inofensivas.

Curiosamente, serían los primeros perju­dicados porque están usando beneficios que no les corresponden…
Claro, dicen “bueno, ¿para qué chocar?” Hay algo falso de movida en esa discusión: pro­ponen la idea de que el conflicto puede evi­tarse. El conflicto es constitutivo. Lo que ellos llaman “evitar” el conflicto, es en realidad ne­garlo, solaparlo, ocultarlo, aplastarlo, diluirlo en la homogeneidad. El conflicto no se puede evitar, nos constituye, nos atraviesa. Podría­mos dejar impunemente las imágenes de Roca al precio de negar reivindicaciones. Por ejemplo, cuando se constituye el museo de la ESMA aparece un grupo que se denomina Movimiento Aborigen Argentino y que pide ser incluido como el primer grupo social víc­tima del terrorismo de Estado en la Argentina, afirmando que la “Campaña al Desierto” fue el primer acto de terrorismo de Estado. No les “dieron bola”… (risas) Digamos, uno puede dejar a Roca donde está, sobre la base de callar estas reivindicaciones.

Sacando a Roca de ese lugar se podría de­jar lugar a estas reivindicaciones.
El efecto simbólico podría ser, “ya que lo sacamos a Roca, ¿por qué no revisamos el reparto de las tierras que hizo Roca?” En el fondo creo que es ese el tema. Avanzar sobre otros reclamos. La visión liberal es ésta de que lo cultural, lo simbólico, tiene una autonomía propia que no tiene que ver con la política…

La feria del libro…
¡Claro! Es la idelogía de “Micky Vainilla”, “yo hago pop para divertirme”. Desde ese lugar se podría dejar intocada la figura de Roca, que es lo que ha estado sucediendo hasta ahora, en definitiva.

Entrevista realizada por
Franco Gargiulo y Juan Tomassini