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martes, 18 de octubre de 2011

¿Por qué queremos lo que queremos?


Poco a poco va ganando notoriedad pública la intención de Destiempos Modernos de po­ner en cuestión el nombre de la plaza central de la ciudad de Río Cuarto, actualmente llamada Julio Roca. Cabe señalar que además de llevar ese nombre, en la misma hay objetos que reivindican a una figura tal como la del presidente de facto (es decir, dictador) Pedro Eugenio Aramburu. Como para terminar esta introducción, diremos una vez más a qué dirección apunta nuestra propuesta: la re-simbolización.


1) ¿Re-simbolización? ¿De qué se trata?
Consideramos que los símbolos (nombres, estatuas, monolitos, calles, etc.) no se ago­tan en su simple enunciación, que pronunciar una palabra no sólo hace al vocabulario cotidiano sino que, por el contrario, generan sentidos y afectan a nuestros modos de vida de maneras concretas, aunque en ocasiones sean imperceptibles. Un símbolo se convierte en núcleo por el que pasan diferentes hilos de nuestras vidas, en lugar de encuentro de trayectorias dispares, suerte de “rotonda” que articula el tránsito entre distintos puntos del tiempo y el espacio que cada uno de nosotros vive a diario. Dice Carl Gustav Jüng que un símbolo “es un término, un nombre o aun una pintura que puede ser conocido en la vida diaria aunque posea connotaciones específicas además de su significado corriente y obvio”. En ese espacio que se abre además, en ese plus que tiene cada símbolo es donde pretendemos generar debate. ¿Qué hay más allá de que nuestra plaza se llame Julio Roca y en su arquitectura cuente con los elementos que cuenta?

2) ¿Re-simbolización? ¿Por qué?
Por diversos motivos, entre los que señalaremos dos principales, que tienen que ver tanto con el símbolo que elegimos discutir como con nuestra metodología para actuar sobre el mismo. En cuanto al por qué de batallar contra Roca en el campo simbólico, tenemos como hito su rol clave en la denominada Campaña al Desierto, que no estaba desierto sino habitado por miles de seres humanos que vivían, que sentían dolor y placer, y que fueron masacrados en parte, y el resto raptados para esclavos (niños) y amas de casa (mujeres) en las grandes ciudades y las exten­sas estancias de los acaudalados de la época. Pierre Bourdieu dice: “el capital simbólico es cualquier propiedad (cualquier especie de capital: físico, económico, cultural, social) mientras sea percibido por los agentes sociales cuyas categorías de percepción son tales que están en condiciones de conocerlo (de percibirlo) y de reconocerlo, de darle valor”. Estando donde está, Julio Roca es conocido y reconocido por todos, es decir, le damos un cierto valor. ¿O diremos de manera levemente hipócrita que cambiaríamos su nom­bre por cualquier otro? ¿O acaso no pedimos que nos den muchas y sólidas razones para quitarlo de donde se encuentra? Eso es valorizar un símbolo. Concederle un lugar por encima de otros símbolos posibles, tenerlo como “centro” desde el que con-centrar la periferia. En un momento inicial de la reflexión nos encontramos con que el punto clave de nuestra ciudad está celebrando a un personaje que uti­lizó el aparato estatal para asesinar a colectivos enteros de personas inocentes, o bien culpables tan solo de no compartir el estilo de vida occidental y cristiano que quería imponérseles a posteriori (recordemos que en nuestra Constitución Nacional se les reconoce la preexistencia respecto al Estado, ellos habitaban este territorio antes que las autoridades que determinaron su exterminio). Por lo que respecta a la metodología que consideramos apropiada, hablamos de re-simbolización entendiendo a la misma como un proceso a través del cual realizamos una apropiación democrática y por tanto colectiva, social, de los símbolos actualmente vigentes y, de igual manera pro­ponemos cuestionar esa vigencia y sugerir otros símbolos para su potencial sustitu­ción. Apelamos al conocimiento público de hechos históricos y su relevancia en nuestros días, visible en los efectos que produjeron en el contexto en que acontecie­ron y profundamente en nuestras vidas. Para evitar reemplazar un personaje contrario a la construcción democrática y la participación es que usamos entrevistas, ensayos, intervenciones artísticas, y daremos inicio a un ciclo de cine itinerante que esperamos pueda cubrir la mayor parte posible de la ciudad, elementos que disparen debates y ya no municiones de plomo.

Hasta aquí nuestra explicación a la comunidad acerca de por qué cuestionar un símbolo, por qué particularmente el de Julio Roca, y por qué usamos los métodos que usamos y no otros. Pasaremos ahora a un ejemplo concreto y dramático que ilus­tra claramente las formas en las que símbolos, que parecen inocentes “figuritas” del pasado, repercuten en el presente. Dejaremos al historiador Osvaldo Bayer hablar por sí mismo acerca de la experiencia que está atravesando por haber tenido la dignidad y el coraje de cuestionar tanto a Julio Roca como a José Martínez de Hoz, presidente en 1870 de la Sociedad Rural Argentina, y familiar directo del ministro de economía de la dictadura que asesinó en Argentina entre 1976 y 1983. En el artículo que sigue (click acá para leerlo), y que los invitamos a realizar una atenta lectura, se informa sobre las acciones legales espurias iniciadas contra un historiador que se niega a repetir la historia oficial, como modestamente intentamos hacer nosotros desde este espacio, en miras a un porvenir más inclusivo, justo, con conciencia histórica, y menos manchado de sangre.

La gente de Destiempos Modernos.

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